"Veo en una revista un anuncio donde aparece la foto de una madre trabajadora, con una mano sostiene un móvil, con la otra
sostiene al niño, debería tener una tercera mano para sostener el maletín que
evidentemente tiene que dejar en el suelo.
¡Todo es perfecto en ella!. Su sonrisa
es perfecta (ésta si que duerme, ¡qué suerte!). Su ropa es perfecta (ni una
mancha de babas, ni un lamparón, ni una arruga, ¡increíble!). Su peinado perfecto,
seguro que ni el viento le mueve un pelo y pobre del niño si se le ocurre tirarle
del pelo a la madre.
¡Voy corriendo a mirarme al espejo!, ¡Que horror, vaya pelos!
y la ropa ni te cuento, solo soy capaz de
identificar dos de las cuatro manchas que llevo encima.
Por supuesto después de
un día entero de batalla no tengo una sonrisa y menos perfecta, yo diría mas
bien cara de cansada.
Eso si, lo que tengo son unas perfectas ojeras.
No, no me
parezco en nada a ella. Lo único que tenemos en común es que las dos somos
madres trabajadoras.
Y yo me pregunto: ¿Seré
yo de mentira?"
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